viernes, 21 de enero de 2011

Iglesia Parroquial de Santa María.


Hasta ahora , hemos descubierto que Illescas, la pretendida o real “Ilarcuris” romana, fue reconstruida al finalizar el siglo XI, que tras ser fortificada fue donada a la iglesia de Toledo, pasando después a poder de la iglesia de Segovia, y se retrotrae a la Corona, por trueque con otros pueblos, hecho por Alfonso, el Emperador, el cual otorgó carta-puebla. Sancho III la vuelve a donar en su testamento a la iglesia de Toledo, cuyo prelado, D. Juan, la cede a los Canónigos. Se puebla en el siglo XII con una colonia de gascones, que se suman a los castellanos y a los mudéjares, que ya la habitaban. Como villa fuerte ya figura cuando el alzamiento de las comunidades, y en diversas ocasiones como lugar de estancias regias, entre las que es muy mentada la de Carlos V y Francisco I de Francia, la Reina Doña Germana y otras damas, los días 18 y 19 de Febrero de 1526. Medio siglo después, Felipe II la incorpora de nuevo a la Corona, con el beneplácito de los canónigos toledanos.
    Hemos observado que la villa no está huérfana de anales históricos, aunque los datos se hayan perdidos o escondidos entre libros y legajos. Igual pasa con su  templo parroquial.
Construido probablemente en el último tercio del siglo XII o en el primero del siglo XIII, según el razonado parecer de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, tuvo que presenciar los sucesos en Illescas acaecidos, y seguramente según las costumbres de la edad media, en su pórtico se celebrarían las juntas concejiles en que se debatían la inacabables cuestiones a que daban origen aquel trasiego de dueños, y que en el siglo XVI, especialmente, llegaron hasta acarrear excomuniones colectivas, según expone el Conde de Cedillo en su notable e inédito “Inventario Monumental de la provincia de Toledo”. De otros sucesos donde jugase especial papel la iglesia, no hay noticias.
Hay una tradición constantemente sostenida, de que hallándose en el sagrado recinto de este templo el rey Alfonso VIII el Noble, el año 1195, sintió que le tocaba el dedo de Dios por la visión profética del desastre de Alarcos y de la muerte de sus hijos varones, en castigo de su desatentado amor por la judía  Raquel la Fermosa.
     Muy conocido es el episodio de la vida del vencedor de las Navas que difundieron, con la autoridad de sus nombres, su regio bisnieto Alfonso “el sabio” en su “ Estoria de Espahna” y Sancho “el bravo” en su “ Lobro de los Castigos”, ambos relatan aquellos “siete años que el rey vivió mala vida con una judía de Toledo” Por lo que “dióle Dios gran llaga e gran alojamiento en la batalla de Alarcos” según escribió el inquieto hijo de Alfonso X.
A pesar de los fundamentos destruidos del pretendido suceso por las pruebas aportadas por el padre Flores en sus “Reinas Católicas” por Núñez de Castro en su “Crónica de los señores Reyes de Castilla”, por el Marqués de Mondejar en sus “Memorias Históricas” y por el padre Fita en su “Elogio de la Reina Doña Leonor de Inglaterra” queda el episodio relegado a la pobre categoría de fantasía novelesca, o leyenda, a la que la historia niega su aprobación.
    Y consecuentemente, hay que despojar a la iglesia de Illescas de aquel falso papel histórico como escenario de regio arrepentimiento. No obstante, en una capilla ábside del lado del evangelio, llamada del Ángel, y pretendido lugar del suceso, hay un cuadro y una lápida, ambos del siglo XVII, que lo conmemora.
Más verídicas eran al parecer otras losas, gótico-mudéjares, que guardaban memoria sepulcral de personas cuyas familias según las “Relaciones Topográficas” mandadas hacer por Felipe II, poseyeron las familias de Olarte, Volante, Luxan, Jaraba, Diez del Castillo, Salto y algunos más. Y en una de aquellas lápidas existía una inscripción en árabe.
Lamentablemente el tiempo y los hombres hicieron desaparecer esas capillas y aventaron las cenizas de sus protectores, borrando así sus memorias.
Más no por ello, ha de considerarse el Monumento de Illescas como nulo, pues es en sí misma ,un dato histórico valiosísimo, por cuanto narra, con la elocuencia de sus formas, el estado social  y cultural de una época. Esta mezcla de románico, aquitano y mudéjar, confirma el testimonio rotundo, que los documentos escritos no nos pueden contar.
La convivencia en la villa de los descendientes de los castellanos que hicieron con Alfonso VI la reconquista de las colonias de francos, la grey de los moros sometidos, de abolengo en el poblado. Estos, dedicados a las artes de la construcción, recibieron y acataron las corrientes arquitectónicas que venían de la alta y vieja Castilla, no obstante el especial estilo que ellos cultivaban, dando por resultado la hermosa arquitectura de ladrillo románico-mudéjar-toledana de más alto valor arqueológico e histórico. Y esta ,nuestra torre, una de las más antiguas de los únicos ejemplares hasta ahora conocidos, siendo la más hermosa de todas las toledanas, que nos dicta un capitulo en la vida de aquellas gentes antepasados nuestros, es por tanto, la Iglesia de Santa María de Illescas un dato histórico elocuente por si misma a pesar de su mudez documental.

2 comentarios:

  1. Estimado Jota:

    Si te interesa la historia de Illescas te recomiendo el, libro ya en las librerias, “El canon del Alarife de Illescas” de Wilfredo Mariñas”

    http://www.editorial-ledoria.com

    Un saludo afectuoso,

    Wilfredo Mariñas

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  2. Estimado Jota:

    Si te interesa la historia de Illescas te recomiendo el libro, ya en las librerias, “El canon del Alarife de Illescas” de Wilfredo Mariñas”

    http://www.editorial-ledoria.com

    Un saludo afectuoso,

    Wilfredo Mariñas

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