sábado, 10 de diciembre de 2011

Ha Desaparecido en Illescas el Artesonado del Palacio de Francisco I

Bueno, como os quedáis???, de piedra pómez supongo, primero por que muchos no saben donde estaba y digo estaba en tiempo pasado por que ya no está, en su lugar hay un cercado donde algunos manifiestan sus inquietudes en  el arte callejero y otros vulgarmente lo llamamos “pintadas de gamberros”; sea como fuese el palacio no está, desapareció hace algunos años al edificarse al lado y se perdió en la memoria de los tiempos. Pero lo que se derrumbó era solo un esqueleto vacío y viejo, al que habían despojado de su esplendor.
Manifestaciones de todo tipo, en el solar que ocupada el palacio de Francisco I.
 Segundo por que la noticia es nada más y nada menos de de 1928, el periódico la Voz, la comentaba de esta manera de la mano del periodista Vicente del Olmo, con fotografía de J. López.




 “La infanzona, Illescas, la briosa y gaya mozallona del imperial Toledo, de otros días, la de los amores de Alfonso VIII y la fermosa de ojos de acero, meta de nuestra arribada. Acaba de sufrir un nuevo atentado a su historia, sin que háyase conmovido el culto al pasado de España. La sombra de San Ildefonso, el atormentado espíritu, que ilumina la caridad para escribir su ‘’Libro de las virginidades’’; la del cardenal Cisneros, ¡el que ostentó ante la nobleza los ‘’poderes de la fuerza’’!...; las de Felipe III y su esposa Margarita, la del ‘’Greco’’, pleiteador y perseguido al irrumpir en el silencio negro de la callada noche por la puerta de Ugena para visitar a Francisco I, puede que se hayan llevado un chasco. En vez del antiguo salón de la casa, con su artesonado gótico y sus pinturas, ábranse topado con una habitación invadida por albañiles y pintores que trasforman la regia estancia en unos cuantos dormitorios para gente viajera que llegue al hostal. Porque en lo que fue retiro de Francisco I, luego que saliera de su encierro de la torre de los Lujanes, el ampuloso bar que existe trocase en posada. La posadera, exuberante de carnes y de buen ver todavía, es la actual propietaria de la mansión que hospedó a Francisco I.
-¡Hola, caballeros!...-ya en la plaza de las cadenas nos dice un sacerdote-. ¿Otra vez en Illescas?
-¿Es cierto lo del artesonado? –sin otro miramiento le preguntamos.
Receloso, dubitativo, el ‘’páter’’ nos contempla. Parece como que la prudencia le obliga a vacilar. Por fin: -Sí; yo me enteré por casualidad… ¿Y cómo lo han sabido ustedes?
La casa que sirvió de retiro a Francisco I -¿retiro obligado?..., ¿voluntario?...-, con todo el encanto sugeridor de la Historia, en nuestra alma mantenía un anhelo. Evocar su pasado esplendor, vivir los momentos de su crónica, ver con los ojos de nuestro espíritu las figuras que giraron en derredor de la del Rey vencido en Pavía en 1525 y recluido en la torre de los Lujanes por Carlos V. Aqueste  anhelo conocido era por un amigo nuestro: el señor don Eduardo Trompeta. Con fincas en Carranque, a siete kilómetros de Illescas, D. Eduardo Trompeta posee grandes amistades en la villa de nuestra arribada.
-Creo-dijo nuestro amigo- que el artesonado de la casa de Francisco I se venderá pronto.
--¿Por qué conducto lo averiguó?
-Por una joven illescana, a quien se confió la propietaria del inmueble.
En el área informativa, un relieve pronunciado adquirió nuestro viaje a Illescas. Y nos pusimos en el solar de los infanzones. Entramos por el arco de Ugena, como en otros tiempos entraban los caballeros que volvían del Oeste. Y no bien pisábamos tierra, en lo que fuñe puerta del perímetro amurallado, cuando un amigo del Sr. Trompeta, caballero de un jumento de se dirigía a Carranque, nos espetó:
-¿El artesonado?... Pero ¿no saben ustedes…? Por la última decena de agosto ha sido trasladado a Madrid.
Illescas topase situada sobre un pequeño collado. Transpuesto el arco de Ugena, a lomos de un modesto asno que entonó su trompa rebuznadora, penetramos por una calle en que las viviendas recuerdan aún la influencia morisca y su arte.
A nuestra mente acude el recuerdo de Alfonso VIII, el Bueno, el hijo de Sancho III, allá por el año 1180, enamorado locamente de la mora Fermosa. El filarmónico solípedo, a clarín batiente, como para que se fijaran bien en el que lo montaba, nos llevó a la casa de Correos.”

Aquí hago un pequeño inciso, para poner algunos de mis pensamientos en orden, el primero, que el señor cura, tenía conocimiento o conocía a los periodistas por haber seguramente estos, estado más veces en nuestro querido pueblo y  haber firmado más de un articulo, segundo, que en aquellos tiempos en los que no existía Internet, la gente se enteraba por redes sociales como “el corre-ve-y-deilismo”. Como ahora pero con menos relevancia social. Tercero, que cualquiera podría comprar un palacete, una obra de arte, o lo que fuese menester, tan solo con tener los cuartos necesarios (pues no hemos cambiado gran cosa, fíjate…) pero sigamos con el articulo.

 “Queríamos interesar la ayuda de D. Antonio Carrasco, digno oficial de la estafeta, para que nos presentara a D. Fernando Aguilar. Es este D. Fernando Aguilar, alto y de recia musculatura, una especie de gladiador. Gentil, afectuoso, hospitalario. Exquisito y benevolente, nos  introduce en su despacho. Entre los múltiples objetos de arte que adornan la habitación muéstranos un grupo escultórico de Basilio Fumo, de estilo italiano, hecho en 1772. Grupo escultórico que representa a Cristo, pendiente de la cruz, con la Virgen, Magdala y la Verónica. Simbolizando a la última figura, uno de los dos angelitos de la parte inferior, presenta el paño de sagrado rostro. Aqueste grupo escultórico, herencia de familia, según nos dice el Sr. Aguilar, regalado fue a su capellán por el Rey que lo mandara modelar a Basilio Fumo. Don Fernando Aguilar, investigador incansable y aficionado a los estudios de pretéritas edades asegúranos que en tierras de Toledo encuéntranse huellas del hombre primitivo. Cuidadosamente ordenadas, en efecto, nos enseña tres colecciones de piedras afiladas e instrumentos rudimentarios del sucesor del homo-simius.
-Nuestro objeto- le dimos- era…
-¡Ya!- exclama interrumpiéndonos-. Estoy a la disposición de ustedes. Por lo pronto, por el hecho consumado, es materialmente imposible sacar ‘’fotos’’ de lo que fue posada o mansión que a Francisco I hospedó. Nada del interior en el salón de la casa queda. Pero, por la fortuna, yo poseo unas fotografías del mismo, tomadas ha ya unos cuatro años.
Nuestra angustia desaparece. El viaje, por fin, no resultaba estéril. ¿Cómo expresar la gratitud nuestra al caballero de Illescas D. Fernando Aguilar?
La casa de Francisco I se halla enclavada en el número 33 de la calle Mayor, frontera a la plaza de las Cadenas. Dicen que a las cadenas que dan nombre a esta plaza de Illescas fue el caballero Lope de Vega, ¡no uno de sus personajes!, quien se ansió a ellas luego de un lance de aceros. No sabemos bien, por la flaqueza de memoria que nos acompaña, si lo dicho nos lo contara el sacerdote a que aludíamos al principio o la carirredonda hostelera de la casa de Francisco I.
Esta casa de Francisco I, el último caballero de los franceses, posada de historias antiguas, en la que tuvieron asilo ciertas citas galantes, preséntase con un abigarrado conjunto de épocas. Un arco, mezcla de gótico y árabe; sobre el arco dos escudos señoriales; varias columnatas y un balcón de muy posterior fecha. Penetramos. La hostelera, al echar la mirada al artefacto fotográfico, pónese fosca y de gesto agrio.
-Quisiéramos ver el interior.
-No puede ser. Lo he vendido. Y lo vendí, ¿saben ustedes?, porque era mío.
Nadie le preguntaba tanto. A propósito de aquesa respuesta, no perdida, vibra en nosotros lo acontecido en Ugena. Al enfrontarnos con el palacio señorial de Ugena, a golpe de pico echado abajo, de igual forma nos retaron. Suspicaces y recelosos, esta gente labriega, que enajena honradamente lo que es suyo, y que además pertenece al acervo común, por encontrarse en arte o la Historia de España eslabonados a su pertenencia, esgrime siempre el mismo alegato. ¡El del derecho de propiedad! ¡Un ‘’derecho’’ bastante condicionado!

Llegados a este punto, no me queda más remedio que hacer otro inciso, en el relato, pues lo de “ lo vendí por que era mío” me a llegado al alma, como se puede consentir semejante aberración en un país tan rico culturalmente como el nuestro, y tan ignorante en todas sus formas y facetas, aún hoy día hay palacios, casonas, iglesias y parajes naturales, expuestos a expolio o ventas irregulares por algo tan simple como “ lo hice por que era mío” un derecho que nos ampara para poder atropellar otros derechos como el del conocimiento, la perpetuidad de nuestra propia cultura y la sensatez con la que alguna personas vamos por la vida. Pero sigamos con esta singladura tan particular…


 Comentadas tales respuestas en la sobremesa de quien nos invitara en Carranque, un viejo hidalgo de aqueste lugar toledano nos decía:
-Siendo yo un mozo de Carranque y van transcurridos cincuenta y dos años, recuerdo otro caso de aquí.
 En Méjico, a mediados del siglo XVI, hubo un virrey de Carranque, que al regreso de aquellos países hizo un regio regalo a nuestra iglesia, consistente en un  Cristo de magnífica talla, con los clavos de plata y un grueso brillante por la cabeza en cada clavo; en una casilla riquísima, del más fino oro de las Indias, y un estandarte, primorosamente bordado, con los flecos de perlas… Siendo yo un mozalbete, como les digo, de la noche a la mañana desapareció toda aquella fortuna…
De la noche a la mañana, es decir ¡al filo de las tres de la madrugada…! cargado en una camioneta…! ¡Pieza por pieza desmontado…! como los ricos presentes que el virrey de Méjico regalara a la iglesia de Carranque, de Illescas desapareció el artesonado de la casa de Francisco I. Y aquesto, en la última decena de agosto acontecido.
-¿Quién adquirió el artesonado?-inquirimos.
-Unos ingleses.
‘’ ¡Los eternos ingleses!’’-murmuramos para nuestro capote-. A los hijote de Albión se achaca todo lo malo que, en despojo artístico, se pueda cometer por tierras de Castilla. Nuevo interrogante nuestro:
-¿En cuánto se vendió?
-Afírinase que la propietaria recibió la cantidad de 4.800 pesetas por el artesonado. ¡Más como la dueña de la casa sobre esa cantidad exigiera el arreglo interior del edificio, a tal suma, y para indemnizarla de los gastos que la obra pudiera ocasionar, agregó el comprador la de 600 pesetas más…!
Tenía mucho mérito artístico el artesonado de la casa de Francisco I. Hemos oído acerca de ello opiniones diversas. Pero, ¿y lo que representaba en nuestra Historia?
Vicente del olmo


Visto y leído me quedo sin palabras, tomo prestadas unas de mi poeta favorito;  Aunque tal vez sea demasiado tarde.


«En nombre de los poetas y de los artistas, en nombre de los que sueñan y de los que estudian, se prohíbe a la civilización que toque a uno solo de estos ladrillos con su mano demoledora y prosaica.»

Gustavo Adolfo Becquer