miércoles, 1 de junio de 2011

La Prócer Villa de Illescas, a mitad de camino entre Toledo y Madrid.

Algunas de las personas que me conocen dicen que soy un “ratón” de biblioteca, pero en realidad me he subido al carro de las nuevas tecnologías y debo ser una “rata” de Internet, pues gracias a este invento, me puedo comunicar con medio mundo, escribir del otro medio y buscar en rincones que de otra forma, no habría podido llegar.

Es el caso que ocupa el artículo que ofrezco hoy, el título lo dice todo, es un párrafo encontrado en la hemeroteca del periódico ABC, con Fecha del 13 de enero de 1929, y firmado por Augusto Martínez Olmedilla con fotografías de López Beaubé.

En el , redescubrimos uno de los postres que antaño eran típicos en nuestro pueblo y que hoy lamentablemente ha pasado al olvido como tantas cosas, a la vez que nos podemos recrear en un bonito paseo por el pueblo, tal y como lo debió de dar el autor hace la friolera de ochenta años. Como también algún chascarrillo y “perogrullada” que era típica de la época.

El apartado comienza con la afición del autor a los dulces y sus consecuencias en la literatura y así nos lleva de la mano, por el pueblo de Illescas, sus Yemas de azúcar, el arco de Ugena, la Plaza de las Cadenas, los Grecos y demás maravillas de nuestro gran pueblo.


“Confieso_ (dice el autor) por si es pecado, que soy más goloso que un ratón. Ya comprendo que este dato carece de importancia actual, pero es posible que, andando los siglos, algún erudito del año 3000 lo esgrima como argumento para demostrar la repercusión del azúcar en el desarrollo del virus literario.
De menos nos hizo Dios. Ello es que me gustan los dulces y no bien me hablan de alguno que desconozco vuelo a saborearlo en el lugar de origen, porque las confituras, como los eucaliptos desmerecen con el transplante. De este modo fui a Sevilla para saborear las yemas de S. Leandro, a Granada, para hartarme de frutas escarchadas, obra cumbre de las Comendadoras Santiaguesas, y, en diversas excursiones, comí los roscos de Loja, los melindres de Yepes, los rellenos de Vergara, los fenomenales bizcochos de Calatayud, las yemas de la Santa abulense y las insuperables del Azoguejo segoviano sin olvidar, entre otras mil golosinas, no por más vulgares menos sabrosas, los turrones levantinos, el mazapán toledano, los borrachines de Guadalajara y las garrapiñadas alcalaínas. Esta afición a las “laminerias”, que dicen los maños o “lambonadas” según el giro galaico, me permitiría trazar el “mapa gulusmero de España” tan interesante por lo menos como  cualquier otro “mapa” de los que hoy se elaboran para demostrar gráficamente el progreso de la glosopeda o  la influencia de las moscas en el movimiento migratorio.
     Pues bien, un día supe que en Illescas se elaboraban ciertas Yemas de la Caridad, y en Illescas me planté dispuesto a saborearlas. Digamos en honor a la justicia, que no pueden compararse con otras de las mencionadas; pero, una vez en la toledana villa, visité cuanto hay en ella de notable que no es poco, y el viaje no resultó estéril. Véase por donde las golosinas instruyen casi tanto como la sopa de letras.
España tiene una riqueza arqueológica incalculable, desperdigada en sus ámbitos. Raro es atravesar un villorrio, por insignificante que sea, donde no haya algo digno de ser admirado: una iglesia, un palacio, una fuente, o, cuando menos una reja, un canecillo, un ajimez. ¡Y luego la fuerza evocadora de estos lugares pletóricos de recuerdos y sugerencias! Así la Prócer Villa illescana, ornato de la Sagra, a mitad de camino entre la corte y la imperial ciudad, seis leguas y media a cada urbe, si no miente la copla, digna de Pero Grullo:

Hay de Madrid a Toledo
Trece leguas ¿no es así?
Luego también habrá trece
Desde Toledo a Madrid.


   
En Illescas se da el caso peregrino de haberle puesto puertas al campo, tal el Arco de Ugena, que da acceso al poblado de manera espectacular, no exenta de grandeza. Y una vez traspuestos los umbrales; ¡qué sombras próceres salen a recibirnos ¡ Cisneros, omnipotente, dictador encogollado; Francisco I, el vencido de Pavía, El Rey Caballero, que no lo fue mucho cuando llegó el momento de llevar a la práctica la Concordia de Madrid; Carlos V, árbitro del Mundo; y en esferas distintas, Lope de Vega, Domenico Theotocópulos y el fraile mercenario que ocultaba su nombre bajo el seudónimo farandulero de Tirso de Molina.
El monumento más considerable de Illescas, es sin disputa, el hospital de la Caridad, fundado por el cardenal Cisneros en plena prepotencia, Diz que actuó en el de Alarife nada menos que el Greco, y aunque no está plenamente demostrado, tampoco es imposible que así, fuera.
 (Claramente las fechas no coinciden con esta afirmación y  hay varios casos de periodistas de la época que unen a estos dos personajes).


El edificio perfectamente conservado, tiene innegable grandeza. Subsiste, ante su fachada principal, la lonja o atrio, circundado de cadenas, pregonero de su jurisdicción privativa. La nave del templo es amplia, y en ella admirase el retablo magnifico y una espléndida verja de hierro forjado. Hay varios cuadros del gran Domenico y un gran lienzo de Alejandro Ferrant, que representa a Cisneros dirigiendo las obras de esta fundación: Lienzo de vieja factura, y, aun dentro de ella de no muy relevante mérito. En este templo reúnese todos los años el Capítulo de Infanzones de ilustre prosapia.
Una casa de la calle Mayor, próxima a la Caridad, Albergó a Francisco I, recién salido de la madrileña Torre de los Lujanes, que cobijara su cautiverio. En esta casa le visitó su rival Carlos V, y fue entrevista cordial y amistosa, a pesar de los pesares, si las crónicas no mienten.
Finalmente a la salida del pueblo consérvase el que fue llamado Parador de Tirso de Molina; porque en él deteníase a yantar el bueno de fray Gabriel Téllez, que utilizó este albergue transitorio para localizar el acto segundo de su comedia Desde Toledo a Madrid.
Con esto y visitar el convento de Terciarias y la parroquia, también por demás interesante, rezando una salve a la Virgen del Cobre, que tiene en cuba tantos adoradores como la de Guadalupe en Méjico. (El autor confunde la virgen de la Caridad, por la de la Caridad del Cobre que se halla en Cuba).
Damos por concluida la ojeada a Illescas. La estación está inmediata, el tren se aproxima… Compremos otra caja de yemas para endulzar el camino y a Madrid me vuelvo.
                                                   Augusto Martínez Olmedilla
                                                    Fotos López Baubé.
                                                   ABC-Madrid, 13/01/1929.


Para todos aquellos y aquellas que deseen degustar las sabrosas Yemas, les dejo esta receta, rescatada de, la Academia de la cocina Española. Lamentablemente ninguna pastelería actualmente en nuestro pueblo las realiza, siendo las de Santa Teresa, las de gran renombre.

Yemas de Illescas

Ingredientes para nueve personas

12 yemas de huevo
250 gramos, de azúcar
50 gramos de azúcar glasé
50 gramos de almendras molidas
Fondant para bañarlas.
 Con 250 gramos de azúcar y medio vaso de agua se prepara un almíbar a punto de hebra. Cuando esté listo, se añaden las yemas _ limpias de clara_ poco a poco y sin dejar de remover.
Aparte, se mezclan la almendra, el azúcar glasé y una cucharada de agua, hasta conseguir una pasta que se incorpora al preparado de las yemas.
Se cuece todo a fuego lento durante unos minutos, sin dejar de revolver con ayuda de una cuchara de madera, hasta unirlo. Entonces, se retira del fuego y se vierte sobre un mármol para que enfríe lo suficiente como para trabajar la masa con las manos.
Con pequeñas porciones de masa se moldean unas bolitas que, después de reposar un poco en una bandeja, se bañan con fondant y se dejan secar antes de colocarlas en las cápsulas de papel en las que se sirven.


Buen provecho y Feliz paseo.

1 comentario:

  1. Preciosa la foto de las yemas, aunque parece que se le ha recortado la firma de la página a la que pertenece.

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