martes, 21 de junio de 2011

Crónicas de nuestro pueblo.

A la mayoría de los lectores, si les pongo que el señor José Augusto Trinidad Martínez Ruiz, en 1957, escribió un artículo sobre Illescas en el periódico ilustrado ABC, a lo más que se puede pensar es cuanto menos original,  pero sabiendo que tras este nombre, se esconde un seudónimo, conocido como novelista, ensayista y crítico literario, la cosa puede llegar a ser “extraordinaria”.


Efectivamente para los que ya sepan de quién se trata, del mismísimo Azorín, que con sus magnificas palabras y énfasis, ofreció a los lectores de toda España una visión de nuestro querido pueblo, para disfrute de todos los que tuvieron la dicha de leerlo, el cual, lógicamente para todos aquellos que lo ignoran (que son muchos aunque se crean ellos mismos los contrario) paso a transcribir.

 Con el sencillo título de” Illescas Toledo”, comienza tan magnifico artículo desarrollado lógicamente tras previo paseo por nuestra villa, lo que significa, que Illescas siempre a tenido en sus calles admiradores de la categoría de Azorín entre otros muchos escritores, pintores, articulistas y artistas de la cultura en general.

ILLESCAS TOLEDO

Vamos a Illescas a treinta y cinco kilómetros de Madrid; queremos ir a Illescas antes de la segura invasión de los turistas, todavía no advertidos; antes de que lleguen los cineastas con sus cámaras; antes de que sea instalado el necesario parador confortable.  (Se podría añadir, antes de que los gobiernos corruptos, lo deshicieran, enterraran y olvidaran todo el patrimonio, pero eso solo es mi pensamiento).
No nos han preparado a la visita ni Baedeker, (Familia de libreros alemanes. Fueron editores de las guías turísticas homónimas.) Ni Hachette, (lo mismo pero en Francia) Ni el uno con el rojo de sus tapas, ni el otro con el azul de su encuadernación nos han incitado a la fruición del color en el camino, en el cielo y en el arte de una iglesia y de un pintor.

 La iglesia de Illescas nos atrae; ninguna guía moderna la comenta por extenso; sólo allá en 1852 la de Mellado estampa a propósito de las iglesia el nombre del Greco, y nos lo da estropeado. El camino es liso, cómodo; a trechos, a un lado y a otro, filas de árboles con la blanca faja que tranquilice a los automovilistas. A fines de junio, anchurosos planos amarillos de los trigales recién segados, planos verdes de frescas plantaciones, el ejercito simétrico, severo de los olivos cenicientos. Y en lo alto, el añil intenso, resplandeciente, del cielo en la altiplanicie castellana. No encontraremos en Illescas a Francisco I de Francia, que aquí vivió después de su cautiverio en Madrid; pero si lo rememoraremos. No sabemos con fijeza lo que vamos a encontrar; llevamos entrañablemente un presentimiento que deseamos ver cumplido. Ya en las calles del pueblo nos detenemos ante la iglesia; está cerrada. Al lado vemos una puerta abierta y en el lienzo de un muro unas rejas, tras las cuales percibimos celosías espesas de listones de madera. En el patio en que estamos _ patio con las frondas verdes de unos árboles sobre la blancura de las paredes_ calla de pronto una treintena de niñas vestidas de negro, blancos, los puños y el cuello.

En aquella época todas las niñas en colegios de monjas vestían igual, estas niñas son de Baños de la encina Tenerife, http://diegomunozcobo.blogspot.com/2011/05/grupos-de-personas-de-banos-me-ha.html , lamentablemente, hay muy pocas fotografías de nuestro propio pueblo.

Nos hace cruzar una religiosa un breve atrio y ya hemos cumplido nuestro deseo: la iglesia es blanca; nos embargan en la blancura el silencio y la luz suave. Resaltan en lo blanco los ramos desvaídos, gratamente desvaídos de una antigua alfombra; ante el altar mayor. Y las manchas violentas de rojo en los cuadros iluminados por reflectores encendidos súbitamente, pegados al marco. Asoman, como su hubieran hecho un esfuerzo por asomar_ para vernos y para que los veamos_; dos caballeros, los rostros de dos caballeros se destaca_ y nos da la sensación definitiva, la que conservaremos_ el cuello blanco, escarolado, de uno de esos personajes. Todavía el anhelo del visitante se ha de completar; unos pasos tácitos han de llevarle a una apartada capilla. Estamos en suave penumbra; luz solar, luz de alta ventana, cae en el ámbito, otra vez  luz repentina de reflectores ilumina otros rojos acentuados. En anchas vitrinas, colocados ordenadamente hay unos pequeños soportes con sus cartelas. Una voz susurra: “Reliquias” El fervor que transpira esa legión de santos, de mártires, confluye con el fervor que emana del arte de un artista ansioso del más allá eternal. Todo calla ahora y la tarde declina; todo va a estar dentro de unos momentos sumido en la sombra, en la negrura de la noche. Tenemos un pesar al despedirnos de la iglesia- con sus Grecos_ y de Illescas con sus recuerdos. Querríamos haber visto Illescas en la alta noche, bajo el parpadeo de las estrellas, en la inmensidad del silencio en el campo. De seguro que en al iglesia habrá una lucecita perenne; “Lux Perpetua”.

Nos separan unos kilómetros de Toledo en la misma vía de la misma provincia…

La crónica  sigue contando excelencias sobre la capital de la provincia pero eso lo dejo para mejor ocasión donde hablaremos de nuestro querido Toledo. Espero que la lectura haya tenido el interés que se merece, y desde aquí doy las gracias a Wilfredo Mariñas y a la Tertulia por tener en tan alta estima mi pequeño homenaje a mí querido pueblo.

2 comentarios:

  1. Azorín da a entender que se quedó con ganas de "más Illescas", y quienes la tenemos a nuestra disposición día tras día no la "bebemos".
    Exceptúo al incansable Wil, y a tí Jota, pues harto demostráis vuestro interés por todo lo concerniente (pasado y presente) a nuestra "Villa Imperial". (Fernando Elena volverá a poner en duda dicho Imperialismo, seguro).

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  2. Jota, has hecho un gran trabajo al recuperar este artículo y comentarlo, me han encantado las fotografías que has añadido. Estoy preparando una tesis sobre Azorín y me voy encontrando con todo tipo de escollos en el camino, justo ahora estoy observando su paso por Toledo y en concreto estaba con el artículo dedicado a Illescas. Me pregunto si tú sabrás a qué hace referencia el autor cuando dice "sólo allá en 1852 la de Mellado estampa a propósito de las iglesia el nombre del Greco, y nos lo da estropeado." Me da la sensación de que se refiere a que la guía de viajes de Mellado habla de Illescas a propósito de su iglesia porque hubiera en ella un lienzo del Greco, aunque lo de que lo da estropeado, no lo entiendo.Si puedes contestarme a abelbri4@gmail.com te lo agradecería mucho. Un saludo

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